Una tarde en la que el reloj se olvidó de contar los segundos y sus manecillas la orientación de su camino, dejamos atrás las impurezas y nos sentamos a escuchar.
Oimos lo nuestro y lo ajeno, sacamos todos nuestros animales de sus jaulas y los oímos a ellos también, luego llegaron los animales ajeno y dentro de lo que pudimos los oimos a ellos tambien.
De tanto oir y oir se gastaron nuesros oídos, olvidamos lo que creímos importante y encontramos lo que realmente tenía valor.
- Aún sangran las espinas que clavarón tu pecho?
- Ya no sangran, tengo cicatrices muy pequeñas, incluso ya ni las veo!! claro que cuando me acerco al espejo bien de cerca recuerdo por qué están ahí.
- Te da miedo, sientes pena?
- Alguna vez me dieron de todo, pero hoy sé que están ahí porque son necesarias, porque no debía ser de otro modo.
Cómo están las tuyas?
-Uf!! tengo varias y en distintos estados, pero descubrí un balsamo que suavisa todos mis dolores.
....
Entonces nos miramos y nos dimos cuenta de que nuestros brotes empezaron a dejar la semilla que alguna vez nos convenció que la única relación interpersonal que nos marcaría de por vida sería la relación jurídica. Ja! tiempos aquellos.
Entre carne y semilla, cáscara y piel nos paramos del asiento y con los pies en el cemento nos dijimos "amiga este es el principio del cuento"